De etnia tártara, el grupo minoritario más grande de Rusia, Elvira Nabiullina no solo es reconocida en los círculos de poder por recitar poesía francesa de memoria y ser implacable en momentos de crisis, sino también por haberse convertido en la primera mujer en dirigir el Banco Central de Rusia.
Aliada de Putin desde que asumió la presidencia en el año 2000, el líder del Kremlin la nombró ministra de Desarrollo Económico y más tarde, cuando ganó su tercer mandato, la llevó al gobierno como parte de su equipo de asesores.
El gran punto de inflexión en su carrera llegó en 2013 cuando Nabiullina asumió la presidencia del Banco Central de Rusia, una de las instituciones más importantes del país.
Durante todos estos años, ha tenido que enfrentar crisis de grandes proporciones, pero nunca una tan gigantesca como la actual: rescatar una economía en guerra.
Mujer de pocas palabras, tan influyente como enigmática para los mercados, Nabiullina tiene en sus manos la llave de la política monetaria del país.