El Puente de la 17, una de las arterias viales más importantes de la capital dominicana, se ha convertido en un símbolo del abandono y la desidia estatal. A pesar de ser una estructura crucial para la conexión entre Santo Domingo Este y el Distrito Nacional, su estado actual deja entrever la posibilidad de una tragedia inminente.

La estructura, construida hace más de medio siglo, no ha recibido el mantenimiento necesario para garantizar su integridad a largo plazo. Las señales de deterioro son evidentes: el concreto agrietado, las barandas oxidadas, filtraciones constantes y una vibración que ya no se siente normal, sino alarmante. Conductores y peatones que cruzan el puente a diario se preguntan cuánto tiempo más podrá soportar el peso del tránsito sin colapsar.Expertos en ingeniería civil han advertido desde hace años que el Puente de la 17 necesita una intervención urgente. En múltiples ocasiones se han emitido informes, se han hecho denuncias públicas y se han presentado solicitudes formales para su evaluación estructural, pero la respuesta gubernamental ha sido lenta o simplemente inexistente.

Los testimonios de residentes y choferes que dependen del puente para sus desplazamientos diarios son contundentes. “Cada vez que llueve fuerte, tiemblo. Uno siente que el puente se mueve más de la cuenta”, dice Ana Mercedes, residente de Los Mina. “No queremos que tenga que pasar una desgracia para que lo arreglen”, agrega.La historia reciente del país ya ha sido marcada por tragedias evitables. El colapso de estructuras en mal estado, deslizamientos y accidentes por negligencia institucional han cobrado vidas y dejado familias enteras destrozadas. Sin embargo, parece que las lecciones no se han aprendido, y el Puente de la 17 está a punto de sumarse a esa lista funesta.

¿Qué más tiene que pasar para que se actúe? ¿Acaso se necesita una tragedia que manche con sangre el pavimento para que se priorice la seguridad de los ciudadanos?

El llamado es claro: las autoridades deben tomar cartas en el asunto con carácter de urgencia. No se trata de simples baches o pintura desgastada. Se trata de una estructura vital para miles de personas, cuya falla podría causar un desastre humano y económico incalculable.

La ciudadanía, por su parte, no puede quedarse callada. Es momento de exigir responsabilidad, de organizarse, de presionar y de visibilizar este problema antes de que el silencio se transforme en duelo.

El Puente de la 17 no puede seguir siendo una bomba de tiempo. No podemos permitir que el país vuelva a llorar por una tragedia anunciada.


Por jsamboy1

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