Gustavo Petro, rompió la historia de Colombia el pasado domingo 19 y se convirtio en el primer presidente de izquierda y incluye a una vicepresidente afro y activista de los derechos ambientales, Francia Márquez, y promesas de cambio en casi todos los ámbitos, sobre todo en lo social.
En 40 años de carrera, el exguerrillero y senador ha ido moderando sus posiciones políticas, hasta el punto de que, por ejemplo, en esta campaña juró ante una notaría que no expropiaría propiedades durante su mandato.
Su ascenso como dirigente se dio gracias a animosas denuncias y debates en el Congreso en contra de la política tradicional, la corrupción y el vínculo del Estado con el paramilitarismo.
En el 2011, su llegada a la alcaldía de Bogotá se debió, en parte, a sus denuncias en contra del alcalde Samuel Moreno, que además era de su partido, por corrupción.
Pero ahora Petro llegó a la presidencia con formas y estrategias típicas de la política tradicional que tanto criticó: no solo se rodeó de dirigentes cuestionados, sino que hizo acercamientos con partidos tradicionales y clientelistas. Fue uno de sus más cercanos asesores antes y durante la alcaldía, hasta que terminó aislado. «Un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota», escribió en su famosa carta de renuncia.
Tanto él como su entorno han ido cambiando, pero ha mantenido esa voluntad por romper con los moldes. en politica todo vale y el fin justifica los medios.
La campaña que hicimos con Petro para la alcaldía no fue así, y él fue el primero que se negó a jugar sucio contra el enemigo: decía que nuestra campaña debía ser sobre lo positivo y lo constructivo.
Pero, independientemente de las formas, Petro ha tenido la capacidad de entender los momentos políticos, de sintonizarse con el país. Esta vez el país quería algo distinto y él, las derrotas le sirvieron para replantearse cosas y evolucionar ideológicamente. No se sabe si es cuestión de que antes era radical y ahora moderado, aunque se cree que hay algo de eso, pero también hay algo de realismo y pragmatismo. Y la política es eso: el que gana no es el que tenga las mejores propuestas ni el que tenga la razón, sino el que conecte con la gente.