Hace unos 11.000 años sucedió algo inédito en los últimos 100.000 años de historia de la Tierra: el clima del planeta se volvió estable.
Esta era geológica con temperaturas predecibles fue bautizada como Holoceno y le permitió a la humanidad desarrollar la agricultura, domesticar animales y básicamente crear el mundo moderno actual.
Sin embargo, en ese proceso también extinguimos especies y dañamos ecosistemas, contaminamos el aire, el agua y el suelo, y desatamos la crisis del cambio climático.
En otras palabras, forzamos el ingreso al Antropoceno, la actual era geológica donde los humanos somos los principales responsables de los cambios en el planeta.
Es en este contexto que un grupo internacional de científicos liderados por el sueco Johan Rockström del Centro de Resiliencia de Estocolmo comenzó a investigar qué riesgo corremos de quebrar el equilibrio natural y la capacidad de resiliencia de la Tierra.
Su influyente estudio, publicado en 2009, definió nueve límites o parámetros interconectados que son determinantes para mantener la estabilidad del planeta.
«Cada uno de esos aspectos es muy importante individualmente, pero también es muy importante verlos con el conjunto», le dice Arne Tobian, investigador del centro
Uno de los cuatro límites que ya hemos sobrepasado es quizás el más conocido de todos: el cambio climático.
1. Cambio climático
Desde la Revolución Industrial, la temperatura global ha subido 1,1°C. Este aumento es el responsable de los fenómenos climáticos extremos que cada vez se producen con mayor frecuencia a lo largo del mundo, como las sequías e inundaciones.
Según Naciones Unidas (ONU), hoy en día tenemos cinco veces más desastres meteorológicos que en 1970 y son siete veces más costosos. Las consecuencias son más devastación y más muertes
2. Integridad de la biósfera
La integridad de la biósfera, es decir, la pérdida de biodiversidad y extinción de especies, es el otro de los límites centrales. Y también lo hemos pasado.
Sin embargo, a diferencia del cambio climático, este proceso ya pasó la zona de riesgo creciente y se encuentra directamente en la zona de riesgo alto, lo que aumenta las probabilidades de generar cambios ambientales irreversibles a gran escala.
Es tanto lo que hemos sobrepasado este umbral que algunos investigadores creen que estamos en medio de la sexta extinción masiva en la historia del planeta.
3. Cambio del uso del suelo
El uso del suelo es otro de los límites que hemos cruzado y consiste en la transformación de bosques, pastizales, humedales, la tundra y otros tipos de vegetación principalmente en tierras para la agricultura y ganadería.
La deforestación, por ejemplo, tiene un enorme impacto en la capacidad del clima para regularse, algo que los especialistas repiten cada vez que hay incendios en el Amazonas.
Pero el cambio del uso del suelo es también uno de los impulsores de las graves reducciones de la biodiversidad, sobre todo por la creciente demanda de tierra para producir comida.
4. Flujos bioquímicos
La cuarta y última frontera ya sobrepasada es la de los flujos bioquímicos, que abarca sobre todo a los ciclos de fósforo y nitrógeno.
Si bien ambos elementos son esenciales para el crecimiento de las plantas, su uso excesivo en fertilizantes los coloca en zona de riesgo.
Uno de los problemas que esto genera es que parte del fósforo y nitrógeno aplicados a los cultivos es arrastrado al mar, donde empujan a los sistemas acuáticos a traspasar sus propios umbrales ecológicos.
5. Reducción del ozono estratosférico
De los nueve procesos, hay uno solo sobre el que la humanidad actuó con éxito al ver las señales de alerta: la reducción del ozono en la estratósfera.
Hace más de 30 años el mundo entero se puso de acuerdo en prohibir los clorofluorocarbonos (CFC), sustancias químicas que estaban provocando un «agujero» en la capa de ozono.
Las consecuencias de perder esta capa de protección iban desde la multiplicación de los casos de cáncer de piel hasta daños medioambientales irreversibles.
6. Uso del agua dulce
Si bien el uso de agua dulce está actualmente dentro del área de acción segura, nos estamos moviendo de forma vertiginosa hacia la zona de riesgo, asegura Rockström en el documental.
Es que la Tierra puede verse como un punto azul desde el espacio, pero solo el 2,5% es agua dulce. Este porcentaje es cada vez menor principalmente por la ya citada creciente presión de la agricultura para producir más y más comida.
7. Acidificación del océano
Con la acidificación del océano sucede algo similar que con el agua dulce: el límite no ha sido cruzado aún, pero estamos peligrosamente cerca.
El problema es que sus efectos quedan justamente ocultos bajo el agua, por ejemplo, con la muerte de los corales.
Este proceso en particular presenta una capa extra de riesgo, pues varias de las extinciones masivas de la historia tuvieron a la acidificación de los océanos como detonante.
En los últimos 200 años, el agua del océano se ha vuelto un 30% más ácida, una tasa de transformación química 100 veces más rápida que la registrada allí en los últimos 55 millones de años.
8. Carga de aerosoles atmosféricos
Todavía quedan dos límites por mencionar que no están de uno ni del otro lado de la frontera. Y es que los científicos no saben cómo medirlos.
«No existe una línea base de los últimos 11.000 años para esos procesos, porque son nuevos», explica Tobian.
Uno de ellos es la contaminación de la atmósfera con aerosoles de origen humano, es decir, partículas microscópicas generadas sobre todo por la quema de combustibles fósiles, pero también por otras actividades como los incendios forestales.
Estos aerosoles afectan tanto al clima (por ejemplo, provocan cambios en los sistemas de monzones en las regiones tropicales) como a los organismos vivos (unas 800.000 personas mueren cada año de forma prematura por respirar aire altamente contaminado).
9. Incorporación de nuevas entidades
El noveno y último proceso es la incorporación de las llamadas «nuevas entidades».
Se trata de elementos u organismos modificados por los humanos, así como sustancias enteramente nuevas. Esto incluye una lista de cientos de miles de entidades que van desde materiales radiactivos hasta microplásticos.
Pero quizás el mejor ejemplo sean los CFC, es decir, esas sustancias químicas que fueron prohibidas para salvar a la capa de ozono estratosférico.